sábado, 1 de septiembre de 2012

:: Un nombre: tras él, bien abajo, estoy yo.


Por mi nombre transitan infinitos destinos.

El peso de tener unos apellidos que me son extraños

y una gran familia que se enreda entre mis consonantes

sin tiempo en este aliento que sólo conoce vocales.



Asistid a un espectáculo: Partir en dos un cuerpo y contemplad.

Esto que veis soy yo. Esto que queda son mis destinos.

Los rechazo a todos.

Transido de distancia me descojono frente al espejo.

Por eso en mi cuarto no hay espejos.



Quique de Mileto

lunes, 27 de febrero de 2012

:: No le busqueis sentido a las cosas, imponedselo.

Es muy complicado resumir en una entrada lo que han supuesto estos últimos meses. Digamos que he salido de la cama [dando un salto mortal] y me he lanzado a la batalla de los bares de copas, de la alegría desmedida y al fin, de las responsabilidades eludidas.

Cada año en esta ciudad de piedra es distinto. Ni mejor ni peor, sencillamente distinto, y eso me sorprende, pues vaya si no existen infinitas dimensiones paralelas en el mismo eje espacio temporal, y no solo eso, sino que si reviso lo pasado no encuentro absolutamente nada que pueda tomar como una constante. Bueno, en realidad si hay una constante, el que calza y viste y su estupidez congénita. Pues si bien es cierto que en mis pocas primaveras he caído en incontables ocasiones al foso [y las que quedan, gracias], nunca lo había hecho tan estrepitosamente. Lo peor, sigo cayendo y esto no tiene fondo. No hay que ser demasiado listo para saber que va a doler, y mucho, pero poco me importa. ¡Que me quiten lo vivido! Y lo mejor, sé de buena tinta que pase lo que pase, resistiré el asalto. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.

Durante todo este tiempo he creído de veras que había encontrado mi propia panacea. Ahora, igual que Pablo yo también caigo del caballo [o de la cama, que es donde yo cabalgo] y cierto es tal vez haya encontrado mi panacea, no lo sé, ya lo veré con el tiempo, pero no por eso he dejado de tener dolor de mulas.

Dicho esto, estoy convencido de que mi antiguo lema “todas las épocas son infames, sólo el amor las hace soportables” estaba equivocado. Pues si bien es cierto que las épocas [años, meses, días, horas…] pueden verse elevadas al más alto grado de éxtasis por el amor, también es cierto que el amor [en el caso de que exista y no sea únicamente lo que uno desea del otro, y por ende, lo que pone en él] puede ser infame, o lo que es peor, puede ser destructivo, autodestructivo, heterodestructivo, fû. ¿Qué nos queda entonces? [no temáis pequeños mios] nos queda lo que nunca tuvimos, porque quizás, agarrar algo sea el único modo de perderlo.



Embriagaos, de vino de poesía o de virtud. A vuestro antojo.

jueves, 30 de junio de 2011

:: A modo de epílogo.

Hoy es día 30 de Junio. Acabamos de despedirnos por.., ¿6 vez? En fin, que extraño se me hace todo esto.

Hemos quedado para tomar un último desayuno juntos. Tú tomas un café, y mientras sumerges un pedazo de croissant deforme en el negruzco brebaje, me cuentas tus planes tras cruzar el charco: Que si aquí no hay trabajo, que por allá las cosas van mejor, que Europa está echada a perder… Por mi parte, aprovecho la ocasión para hablarte una vez más de mi última incorporación, sobre mis temores e inseguridades, y sobre esa horrible sensación de abandono que me inunda con tu partida. No es que no me alegre por ti, en realidad me alegro mucho, se trata más bien de lo extraño y ajeno que se va a volver todo cuando no estés aquí. En cualquier caso, por fin empiezas a hacerte cargo de tu vida después de tanto tedio… aunque, debo decir que no me creo que sea por trabajo. Todas las épocas son infames, sólo el amor las hace soportables y lo sabes. Poco importa el trabajo; poco importa -¡y mira bien lo que digo!- la literatura; poco importa vivir mejor, o simplemente vivir, si tienes una razón para levantarte -¡lévedamente!- de la cama y no sentir esta maldita nausea. Por esta razón y sólo por esta, has decidido largarte. Así funcionamos los que nos movemos en las dualidades, en el ‘entre’, por mofarme de Marzoa [eros-thanathos/ levedad-peso/ sujeto-objeto/ ser-ente/ amor-sexo/ conciencia-espiritu/ materia-forma/ cuerpo-alma/ Beatles- Rollings/ Ginebra-Ginebra y tantos otros] que cuando nos desestabilizamos a favor de uno de los dos contrarios, tomamos decisiones extremas. Arroutadas varias.

De ti, me quedo con Cortazar, con tu paso del peso a la levedad tras tu descenso al infierno, con las noches en las que la muerte sigue nuestros pasos, con la poesía, con las conversaciones sobre sexo, con las bragas que nunca recuperaste, con un libro dedicado, con cuatro fotos, con las noches alegres y mañanas tristes tomando té y un libro de Pessoa bajo el brazo, con la euforia del curruncho, con el tedio de Sada –en tu contemplación, el tedio es menos tedio-, con la playa de morazón, con el gato acostado, con el odio cara las gentes del ser, con las noches en el forum, con las ganas de reir sin saber por qué, con las ganas de llorar sin saber por qué, con la bipolaridad, con los pronombres.



Haz la maleta, ¡con todo lo que eso supone! Y lárgate en silencio. Brindemos por el último trago, y allá donde te lleven tus pasos, recuerda que en algún punto exacto entre el afelio y el perihelio nos encontramos con el mismo paso.

En sada, a jueves 30 de junio del 2011
Enrique Latorre-Ruiz



lunes, 16 de mayo de 2011

:: Contra la indiferencia.

Quiero conocer tus oscuridades y tus luces,

recorrer con mis dedos tus temores

y abrazarme a ellos.

Quiero inventarme un nombre impronunciable

para esto,

Y que lo usemos juntos.

Pasar de la condescencia al peso,

arrastrándome, para que tú me levantes

sin decir palabra.

Quiero encadenarme dolorosamente a tu presencia

y que te diluyas en mi, o yo en ti,

como extensión del mismo cuerpo.

Así, podría arrancar a mordiscos la cadena

hasta que me sangrasen las encías y se me nublase la vista.

Así, por la sangre sabría que no te sueño,

Y que tanto existes tú como yo,

aunque lo que aquí escriba no sea cierto.


Enrique Latorre-Ruiz 2011

sábado, 14 de mayo de 2011

:: Lo cierto del juego, es que no hay juego.

Dejaré de jugar con la palabra
cuando mi ser deje de arrastrarse por el suelo.
Dejaré de buscarte en cada verso
cuando me seas ajeno y sideral,
o tú me lo pidas.
Dejaré de respirar, lo prometo,
cuando mi mirada no te toque
y se crucen nuestros besos.


No me voy a despedir,
me niego a corresponder tu displicencia.
Prefiero seguir día tras día visitando tu recuerdo
hasta que se marchite en mi memoria y se haga remoto.


Habrá entonces llegado mi hora, también la tuya.
Habré[mos] muerto,
pues seré otro yo distinto tan perverso como el que soy ahora.
Sólo quedará la extrañeza de haber escrito el perfil
de estos versos que veré de lejos,
Y no serán míos.


Te recordaré con cariño, si es que te recuerdo.
Uno más, uno menos, en el movimiento perfecto
que dibuja mi conciencia al trepar por el Tiempo.


Lo único constante es la métrica y la geometría de la letra.
El desenfreno estético, la constancia del desaliento.
El contemplar, por el sencillo goce de ver lo que yo pongo.
La mentira.


La poesía, como todo recuerdo,
cuando es indiferente
da miedo.



Enrique Latorre-Ruiz 2011

viernes, 13 de mayo de 2011

:: Animo

Te pienso. Decirte cualquier cosa es ridiculo, por eso aguardo a verte y a abrazarte. Únicamente con ese gesto cobarde, si acaso incluso trivial, puedo presentarme.

La miseria y la caridad que la acompaña, cuando es real asusta. Al igual que todo poema.

Agarrate de mi brazo y tomemos el último trago, sin decir nada. Despues nos despedimos con un ligero apreton de manos, entre palabras que no dicen nada y miradas que lo dicen todo. Te quiero, aunque no te lo diga y a veces no lo parezca.

domingo, 1 de mayo de 2011

:: No morir en el intento.

Al final todo se reduce a un mal examen de contextos. Pensar que lo que tienes delante es algo más que alguien sin pantalones es una idea absurda, y por muy espontáneo que parezca haber llegado a esta situación, es mentira. Tú siempre lo has controlado todo.


En el fondo lo que hago no es más que comerme la mierda y el orgullo. Siempre me callo lo que pienso por si estoy adelantando acontecimientos y metiendo una vez más la pata. Pero no, esta vez no era psicosis mía y así estoy, rozando la autocomplacencia mientras tecleo lo que te diría si te estuviese montando el pollo que te mereces.

Tiene cojones el percal, que no habiéndome dejado elegir me hagas sentir como el responsable de todo. Pero ya está, te dedicaré mis colillas durante un par de horas más y seguro que duermo bien. Importas muy poco en medio de todo este circo.